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Durante dos años, en primero y segundo de la ESO, Juan fue a clase de repaso por las tardes en su instituto público, el Ramón y Cajal de Albacete. “Me sirvió en todas las áreas, pero sobre todo en matemáticas, con las ecuaciones, y en lengua, con la sintaxis, que me costaban muchísimo”, comenta. Aquello le ayudó a evitar problemas en el resbaladizo paso entre la educación primaria y la secundaria, afirma su padre, Juan González, docente en un colegio público, que solo lamenta que el programa sea, únicamente, para los dos primeros cursos, y este año, en tercero, su hijo ya no pueda ir. “Ahora va a una academia, martes y jueves, en el mismo horario. Es igual, pero antes era gratis y ahora pagamos un dinero. Y no solo es peor por el tema económico, sino que antes iba más motivado. Porque las clases eran en su centro educativo, estaba con compañeros de clase, y repasaban justo lo que los profesores de la mañana les indicaban”, afirma.España es uno de los países desarrollados donde menos centros de secundaria ofrecen clases de repaso a los alumnos en su propio centro instituto. Lo hace el 40%, 25 puntos menos que la media de la OCDE, y muy lejos de Corea o Reino Unido ―dos de los países que mejores resultados obtienen en el Informe PISA, la mayor evaluación internacional―, cuyos porcentajes superan el 90%. Mar Sierra, directora del instituto Virgen del Remedio de Alicante en la biblioteca del centro, este jueves. Joaquín de HaroLa ausencia de este tipo de programas frena, según los expertos, la mejora del rendimiento educativo, especialmente de los chavales que no viven en familias acomodadas, al tiempo que engorda el sector de las extraescolares educativas privadas, la llamada educación en la sombra, al que las familias destinaban 1.700 millones de euros en el año 2021. El retraso que España muestra en este terreno está relacionado, según Lucas Gortazar, director de Educación de EsadeEcPol, con la escasa tradición de personalizar la enseñanza que tiene el país. “La gran mayoría de las expansiones de gasto se han destinado a ampliar el número de docentes e ir reduciendo el número de alumnos por clase. Ello ha supuesto una menor capacidad para dar una respuesta individualizada a los estudiantes, a cambio de dar una respuesta generalizada un poco mejor a todo el alumnado”. Gortazar cree que la causa de fondo es pura economía política. “Los beneficiarios de estos programas suelen ser alumnos con desfase curricular o socioeconómicamente más desaventajados. Sabemos que este tipo de familias votan menos que la media. Y enfrente tienen, en cambio, un colectivo grande: los docentes y muchas familias de clase media, que votan más y siempre han querido bajadas generales del número de estudiantes por clase”.Juan González, el padre del alumno del instituto de Albacete, paga ahora 60 euros al mes por las clases particulares. Una cantidad que a Sonia, 35 años, madre de un alumno del instituto público Virgen del Remedio de Alicante que ha ido los dos primeros cursos de la ESO a clases de refuerzo gratuitas en su centro, se le haría muy cuesta arriba. “Tanto mi marido como yo estamos desempleados, y tenemos tres niños, así que por economía no podría haberlo llevado a clases particulares. Gracias a esto ha salido adelante”, afirma. El agujero del sistema educativo español en la materia se hace más grave, añade el director de Educación de EsadeEcPol, en un contexto de aumento del alumnado extranjero, parte del cual requiere apoyos para coger el ritmo académico, y cuya tasa de abandono educativo temprano triplica la de los autóctonos.De no entender las clases al bachillerato científicoEl caso de Fátima, 15 años, alumna de cuarto de la ESO del instituto público de Guadarrama, en Madrid, es un ejemplo de la utilidad de estos programas. La adolescente llegó a España en primero de la ESO, y al poco de incorporarse a las clases estaba convencida de que repetiría curso, porque no hablaba castellano. Su centro ofrecía clases de repaso, dos horas dos días a la semana, en grupos pequeños. Se apuntó, y logró salvar el año. “Me ayudaron mucho, sobre todo en Lengua, Historia, y Biología. En Matemáticas no me hacía tanta falta porque entendía los números”, afirma. La madre de Fátima es ama de casa, su padre trabaja en un restaurante, y ella estudia cuarto de la ESO, saca buenas notas, tiene pensado hacer el bachillerato científico y más adelante, quizá, estudiar Medicina. En un contexto como el español donde casi todos los centros públicos de secundaria (y cada vez más los de primaria) concentran la jornada escolar por la mañana, las clases de repaso públicas tienen, además de una utilidad académica, otra social, señala Rosa Rocha, director del instituto en el que estudia Fátima. “No solo les ayudan a mejorar académicamente, sino que de otra forma muchos de los niños que vienen se pasarían las tardes solos”.Los directivos de institutos consultados para hacer este reportaje coinciden en que, siendo positivo, las clases adicionales que ofrecen no cubren las necesidades reales. Rocha, por ejemplo, lamenta que el programa que financia la Comunidad de Madrid empiece en enero, cuando muchos estudiantes “ya se han estrellado en la primer evaluación”. Jesús Medrano, jefe de estudios del instituto público Cinco Villas, en Ejea de los Caballeros, Zaragoza, añade: “El programa es importante, pero también insuficiente. Con el personal que tenemos, podemos atender a unos 30 alumnos dos tardes a la semana, cuando necesitaríamos darles más horas y atender a más alumnos”. Esos 30 chavales equivalen, aproximadamente, al 5% de los estudiantes del centro. Un porcentaje parecido al que alcanzan las clases de apoyo en otros centros, lo que suele restringirlas al alumnado con más dificultades y, normalmente, solo al de primero y segundo de la ESO.El empeño de las directorasHay otras comunidades autónomas que financian este tipo de clases, como Castilla y León y Euskadi. Y el propio Ministerio de Educación lo hace a través del programa PROA+. Pese a ello, las extraescolares gratuitas se ofrecen en muchos institutos gracias al empeño de sus direcciones, la colaboración de los docentes ―en ocasiones externos al centro o incluso voluntarios―, y tras vencer, en la enseñanza pública, el rígido andamiaje horario de los centros. En el instituto Ramón y Cajal de Albacete, por ejemplo, su director, Carlos Galdón, pudo poner en marcha el proyecto gracias a que uno de los conserjes tenía un contrato de jornada partida, y recurriendo como profesores de repaso a estudiantes voluntarios de la Facultad de Educación. Y en el Virgen del Remedio de Alicante, su directora, Mar Sierra, lo logró aprovechando que el instituto tenía por las tardes profesorado de ciclos de Formación Profesional. Como este año la oferta de FP de su barrio se ha concentrado en otro instituto, y ya no cuenta con ellos, Sierra ha salido del paso contratando a un docente con fondos del Ministerio de Educación. Pero ha tenido que recortar el número de estudiantes que asisten de 40 a 20, y reducir su radio a primero de la ESO.

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