
El invierno ya se olisquea, y los termómetros bajan en estas semanas de noviembre. Cuando se cultivan plantas, hay mucha diferencia entre hacerlo en una región fría o en otra más cálida. Alguien que viva en el municipio de El Pinar, en la isla de El Hierro, nunca tendrá la necesidad de cobijar un precioso cóleo (Coleus scutellarioides) de una posible noche helada, por la sencilla razón de la bonanza de su clima, con temperaturas que rondan las de una dulce primavera. Sin embargo, otro cantar se escucha en Santa Eulalia del Río Negro, en Zamora, donde en una sola noche gélida las células de muchas plantas que no sean autóctonas se congelarán irremediablemente, con sus membranas atravesadas por afilados cristales de hielo, cuál harakiri vegetal.Con este amplio rango de temperaturas, cada persona que cuida con esmero sus plantas sabe hasta dónde puede llegar, y habrá elegido aquellas que resisten bien las condiciones que el clima de su región les marca. El dilema de si una especie puede aguantar el invierno es una constante, y cuántos jardineros no habrán probado, con los dedos cruzados, si alguna de sus plantas podría sobrevivir en el exterior. Las peculiaridades de cada sitio marcan mínimas diferencias que, para un vegetal, pueden ser el margen entre la vida y la muerte. En muchas ocasiones, si una terraza tiene una orientación oeste o sur, en vez de norte, hará que aquellas plantas cultivadas que estén un poco al límite —por necesitar temperaturas más suaves— se mantengan vivas y no necrosen sus tejidos. Más informaciónEn los años sesenta, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en sus siglas en inglés) dividió aquel país en distintas zonas de rusticidad de las plantas frente al frío, dependiendo de las temperaturas mínimas medias que se alcanzaban en cada lugar. De esta forma, en la actualidad este sistema tiene 13 zonas, de la número 1 a la 13. La 1 es en la que el termómetro baja más, con temperaturas de menos de −51,1 °C, mientras que la zona 13 alberga geografías donde la temperatura mínima media es de más de 18,3 °C. Así, se acota en qué zonas puede crecer una especie concreta sin riesgo a morir.Este sistema se vio de tanta utilidad que ha sido aceptado en muchos otros países, incluidos los europeos, aunque no es el único método, ya que la Royal Horticultural Society (Real Sociedad de Horticultura) cuenta con su propia escala de zonas para el Reino Unido.No todas las plantas de otras latitudes resistirán el invierno cuando lleguen las heladas y las noches más frías.NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)Una gran parte de la España peninsular alberga zonas USDA 8 y 9, en las que se experimentan temperaturas entre los −12,2 °C y los −1,1 °C de mínimas medias anuales. En cambio, las costas de la península Ibérica, así como las Baleares y Canarias, disfrutan de zonas de rusticidad USDA más cálidas, comprendidas entre los −1,1 °C y los 10 °C, que se corresponden con las zonas 10 y 11.Estas zonas se complementan con el dato indispensable de en qué zonas USDA de rusticidad puede vivir cada especie. Por ejemplo, en España, una gardenia (Gardenia jasminoides) puede desarrollarse en las zonas 10 y 11, donde los inviernos no bajan de esos −1,1 °C; una higuera (Ficus carica) vegeta de maravilla entre las zonas 8 y 11, pero no en la zona 7, que es la que encontramos en lugares ligados a áreas montañosas.Cada vez más páginas de cultivo añaden este dato de la rusticidad ante el frío; asimismo, en internet también se pueden descargar tablas con cientos y cientos de especies. En algunas, incluso se observará que cada número de zona está subdivido a su vez en dos letras —1a, 1b, 2a, 2b…—, que permiten zonificar la geografía con mayor precisión, al concretar aún más la temperatura que resiste cada planta.Como ocurre con toda generalización, es imperfecta, ya que la resistencia al frío de cualquier planta depende de multitud de factores. Por poner un ejemplo, una planta que crezca en una tierra de jardín más arcillosa —y que, por consiguiente, retenga más agua—, será más sensible al frío que si esa misma especie crece en un terreno con mayor volumen de arena y, por lo tanto, con menor retención de agua al contar con mejor drenaje. De igual manera, si la ya mencionada gardenia crece contra un muro que le frena los vientos gélidos, y está cobijada bajo un porche, es posible que pueda resistir una temperatura menor que la marcada por estas zonas USDA.Unas palmeras protegidas por mallas térmicas ante la llegada de un temporal de frío en Alemania.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty Images)Otro factor para tener en cuenta es la aclimatación de la especie a su lugar de cultivo. Por este motivo, es muy conveniente adquirir el ejemplar entre un comienzo de la primavera y un final del verano, para que tenga tiempo más que suficiente a vivir el descenso progresivo de la temperatura del otoño, cuando se trate de una especie que puede estar un poco comprometida en la zona donde se va a desarrollar. Esta adaptación marcará la diferencia para que una planta sobrepase el invierno o fenezca a sus pies. Por último, existe una ayuda para las plantas más frioleras que se pretendan dejar fuera todo el año: las mantas térmicas. De color blanco y de material poroso, estas telas sintéticas se utilizan envolviendo la planta por completo, para dulcificar las heladas. Cuando la planta es muy sensible o llegan noches polares, se aplica más de una capa textil, para ofrecer más protección al vegetal. Vienen semanas peligrosas para las plantas de otras latitudes que se cuidan al exterior. Pero, si todo se hace correctamente, nacerá una nueva primavera para ellas.
Consejos jardineros para cuando llega el frío | Estilo de vida
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