
En el verano de 2021, a Nieves Pueyos (19 años, Granada) le dieron la peor de las noticias. Un trastorno de la conducta alimenticia (TCA) se había apoderado de ella y le diagnosticaron, en concreto, anorexia nerviosa de tipo restrictiva, ansiedad depresiva y dismorfia corporal. Tenía 14 y con el primer ingreso, en octubre de ese mismo año, empezaría una nueva vida, dejando atrás la esperada adolescencia que acababa de empezar para ella. Pero empezó a escribir un diario. Un cuaderno en el que quedaban reflejados los miedos, desafíos y, también, atisbos de luz de aquellos oscuros meses. Cogió carrerilla con el lápiz y, animada por uno de sus terapeutas, comenzó a transformar esos pensamientos en poesía, algo que le ayudó en su camino a la recuperación. Tras finalizar el ingreso y salir de la clínica Unidad ELCA de Granada en febrero de 2024, cuatro años después del comienzo de todo, esas líneas escritas en consulta han sido recopiladas con mimo y se han convertido en un emotivo poemario titulado La niña que dejó de comer (querer) (Talón de Aquiles, 2025), que ya se puede conseguir en la web de la editorial y en algunas librerías.Fue una aparición el pasado 17 de noviembre en el late night de La 1, La Revuelta, lo que le dio a Pueyos la suficiente visibilidad como para adelantar la publicación de su libro y agotar el stock de ejemplares, que ya se está recuperando, en solo días. “Iba convencida de que yo tenía que salir en la bañera porque yo quería darle mi libro a Broncano”, cuenta durante una videollamada con EL PAÍS. El momento del presentador hablando con ella acumula en Instagram casi un millón de visualizaciones y cientos de comentarios que agradecen la exposición de este caso que tenía el fin de romper el tabú de la anorexia y, en general, de todos los TCA. “Nos olvidamos de que no es una enfermedad física, sino mental. Y se da la imagen solo de personas que no comen”, lamentó Pueyos en directo. Su historia también fue halagada por la invitada al programa de esa noche, la tenista Paula Badosa: “Gracias por compartir”, le dijo a la joven.En la clínica, aunque estés rodeada de niñas, no creas vínculo, no son tus amigas. Lo único que nos une es la enfermedad, no algo realNieves Pueyos, autora de La niña que dejó de comer (querer)“Empecé con la poesía porque Javi, uno de mis pedagogos, hacía sesiones de escritura terapéutica, así que al inicio lo hacía obligada y nunca me gustaba el resultado de lo que escribía”. Poco a poco, la imposición se convirtió en un hobby que le servía para desahogarse. “Recuerdo uno de los poemas más duros que escribí cuando terminé de tomarme uno de los batidos que me ayudaban a subir de peso. Me sentí tan mal después de tomarlo que lo primero que hice fue coger mi libreta y escribir”: “Me desespera tener que hacerme sufrir para que ese dolor desaparezca y tengo miedo de que cuando elimine lo único que me queda y me gusta de mi TCA, me quede tan vacía como me siento”, dicen las líneas del poema mencionado.Además, afirma que escribir le ayudaba también a evadirse, conectar con ella misma y no sentirse tan sola. “Al pasar tanto tiempo en la clínica, aunque estés rodeada de niñas, no creas vínculo, no son tus amigas. Lo único que nos une es la enfermedad, no algo real”, lamenta Pueyos.Una adolescencia diferenteAntes incluso de asumir todo lo que perdería de su adolescencia, Pueyos tuvo que aceptar que necesitaba ayuda. “Al principio veía el ingreso como algo innecesario. Pero pronto sentí alivio. Para mí el momento de comida con mi familia, con mi hermana pequeña de 12 años mirándome, era horrible… ‘Por lo menos si entro no me veis comer’, pensaba”. Esa mezcla de calma y culpa marcaría buena parte de sus primeros meses de tratamiento, a lo que se uniría sentirse alejada de su mundo.La desconexión de la vida real es lo que la joven siente que más ha extrañado durante sus años conviviendo con el TCA. “Sobre todo lo he notado en el ámbito social, he estado mucho tiempo encerrada, sin móvil y no podía hablar con nadie”, recuerda Pueyos. Experiencias normales en un adolescente como salir a una discoteca y probar el alcohol, vestirse con la ropa de moda entre las quinceañeras o darse su primer beso, eran para ella algo lejano que le hicieron sentir que “iba tarde”. “Tomaba antidepresivos, por lo que no podía tomar alcohol; me sentía tan insegura con la ropa que mi estilo lo he encontrado ahora, con 19, y no he tenido pareja nunca, ni considero que me haya enamorado”, matiza. Pueyos asegura que se ha sentido muy castigada por todo ello. “Era como, joder, todo el mundo ha tenido sus primeras veces en diferentes cosas, por ejemplo románticas y sexuales, a una edad que yo no he podido”: “Mis labios nunca han sido rozados más allá del pintalabios en un vano intento de hacerlos más atractivos/ Mi cuerpo nunca será destapado con deseo de la misma forma que yo lo tapo cuando alguien me mira”, reza de sus poemas. Con el paso de los años la granadina se dio cuenta de que cada persona tiene sus tiempos debido a la situación que vive en cada momento “y que todas esas vivencias acaban llegando”.Nieves Pueyos fotografiada en Granada el pasado 23 de noviembre.Álex Cámara / El PaísOtro de los momentos que Pueyos ha añorado ha sido el asistir al instituto con normalidad junto a sus compañeros. “Dicen que 4º de ESO es el mejor año y para mi no existe, no fui a ninguna clase y también me perdí el viaje de fin de estudios”, lamenta. Tampoco olvida que hubo momentos duros al no sentirse comprendida por alguno de sus profesores: “La mayoría fueron súper empáticos y entendían que antes de un examen, estaba mi recuperación, pero sí me encontré con una profesora que me señaló que me dejara de tonterías y empezara a abrazar árboles. Imagínate, me echaba las manos a la cabeza”.Qué significan las gerberas del libro — Me gustaría hablar de la portada del libro. Es importante para mí.— Es una flor azul muy bonita. ¿Qué significa?Una gerbera añil adorna la portada del poemario. Este elemento de la naturaleza que en realidad guarda una conexión muy especial con la autora. “Decidí que apareciera una gerbera porque el terapeuta que me introdujo a la escritura nos traía a la clínica un ramo de estas flores cada cierto tiempo. Cuando llegaba el momento de comer y me invadía la ansiedad en el comedor, miraba las gerberas y me transmitían esa paz que necesitaba. Fue un elemento imprescindible durante el tratamiento”, explica Pueyos, que detalla que el dibujo que simula el tallo y la hoja de la flor es el símbolo de recuperación de los TCA.Portada de ‘La niña que dejó de (comer) querer’, escrito por Nieves Pueyos.Álex Cámara / El PaísEl camino hacia el alta definitivaEn la actualidad, Pueyos estudia el segundo año de Psicología en la Universidad de Granada, motivada “por todo lo que pasó” con su TCA. “Quiero ayudar a las personas desde mi experiencia”, recalca con madurez. A pesar de que dice estar en el mejor momento de su vida, no romantiza el momento que vive e insiste en que el proceso no ha sido fácil para ella. “Todo empezó porque yo sentía que nadie me iba a querer por mi físico, que solo era alguien temporal en la vida de los demás. Ahora, con tantas amistades nuevas y vínculos creados por el camino me siento mucho más fuerte, pero no me alejo de la realidad que llevo a la espalda. Este mismo verano volvieron a rondar por mi cabeza esos pensamientos y, no llegué a sufrir una recaída, pero lo pasé bastante mal”, se sincera.Ahora se siente orgullosa del punto en el que está: “Sigo escribiendo y hago baile porque lo disfruto, no porque sienta que deba hacer deporte por mi físico. También, hace una año me volvió la regla, que la perdí durante tres años. Analíticamente estoy perfecta. La enfermedad ya no está en mi vida prácticamente”. Nieves Pueyos posa en los jardines del Carmen de los Mártires en Granada.Álex Cámara / El País
La historia de una adolescente en su recuperación del TCA: cuando comer duele y escribir sana | Salud y bienestar
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