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El fisiólogo Adrián Castillo se ha aliado con Miguel Lozano, el apneísta catalán capaz de descender en el mar hasta 123 metros de profundidad con una sola respiración, y en sus pulmones almacena hasta 12 litros de oxígeno, para enseñar a ciclistas, futbolistas, atletas, jugadores de rugby, que entrenando sin respirar serán capaces de correr más. ¿Nada nuevo? Quizás sí. No buscan hematocrito o hemoglobina para aumentar la resistencia del organismo y su capacidad de consumir oxígeno, sino aumentar el lactato.“Se trata de simular las condiciones de hipoxia [falta de oxígeno que se da en altitud] a nivel del mar, aguantando la respiración. Es algo así como los entrenamientos en altura, respirando monóxido o en cámaras hipobáricas, pero diferente”, explica Castillo de las sesiones de entrenamiento HIIT (alta intensidad intermitente), consistentes en sprints en cinta de un máximo de 8-10s. “Sabemos que no se consigue más hematocrito, y tampoco lo buscamos, como se busca en los entrenamientos tradicionales en altitud o simplemente durmiendo en cámaras, pero sí se mejora el metabolismo del lactato, que es la vía anaeróbica, sin oxígeno, de fabricar combustible para el músculo”.La secta de adoradores del lactato, antes reducida a unos cuantos fisiólogos iluminados, ha crecido tanto que ya es creencia general reconocer su papel fundamental en el ejercicio, y su mejora. Ya no es el demonio, el residuo doloroso de la combustión que todo atleta temía, y sentía que envenenaba su sangre y los agarrotaba, y los atletas de 400m y 800m eran sus mártires, los odiados últimos 100m anaeróbicos en los que corrían a cámara lenta, interminables, rígidos los músculos, incapaces de contraerse a toda velocidad, para terminar vomitando en la meta mareados. Ahora que han comprendido cómo funciona, el lactato es el único dios verdadero de la fe, el maná que alimenta interminable, combustible producido por el ejercicio, o, en palabras del fisiólogo de Berkeley (California) George Brooks, el principal entre sus profetas. “El lactato no es el malo de la película. Como el ave fénix, ha cobrado una gran importancia en la biología del siglo XXI”, escribió en 2022. “La exposición repetida al lactato mediante el ejercicio regular da lugar a procesos adaptativos y características circulatorias y neurológicas saludables, como la mejora de la capacidad de trabajo físico, la flexibilidad metabólica, el aprendizaje y la memoria”.Uno de los primeros entusiastas del lactato en España es el alavés Aitor Viribay, fisiólogo y nutricionista unos años del equipo Ineos de ciclismo y actualmente director de rendimiento del Salomon de trail. “Puede ser producido y utilizado por casi todas las células del organismo”, se exalta Viribay, y el lactato ocupa en sus investigaciones tanto espacio como el consumo de carbohidratos, otra de las ciencias en las que es experto y, que, pura coincidencia, también mejora gracias al lactato, su vehículo de transporte. “Se produce en las fibras rápidas de los músculos, una verdadera factoría, y lo devoran las lentas. Las mitocondrias del corazón son grandes consumidoras de lactato, especialmente durante el ejercicio y las neuronas también: el cerebro se alimenta de lactato, y es el lactato el que ayuda a eliminar la glucosa después de la comida y a enviar señales de saciedad al cerebro. La falta de apetito después del ejercicio está ligada al elevado lactato en sangre, que influye en las hormonas que regulan el apetito”.El entrenamiento en apnea para aumentar el lactato no piensa tanto en todos los beneficios como en el más modesto de “estirar un poco más los límites del rendimiento”. “Este tipo de entrenamiento es una herramienta más”, añade Castillo. “No es milagroso pero sí nos ayuda a entender que hay estrategias vinculadas a los deportes extremos como la apnea, que, aplicada a una intensidad muy elevada aumenta la producción de lactato por parte del organismo”.Este tipo de entrenamiento ya lo han practicado futbolistas, que aumentan su capacidad de repetir sprints en los partidos, ciclistas y hasta el gran Kilian Jornet, que en septiembre y octubre, y en solo 31 días, escaló 72 cumbres de más de 4.267m y recorrió 5.145 km a pie, en bicicleta y a caballo por el oeste americano, y cuando terminó dijo: “Estoy mejor al final que al principio, qué pena que se acabe”. Le guía el fisiólogo Jesús Álvarez, especialista en hipoxia, que proclama admirado en las películas: “Kilian usa el lactato como gasolina”.“Se ha observado que deportistas que realizan un programa de entrenamiento en esta línea son capaces de alcanzar concentraciones de lactato más elevadas en un sprint máximo que antes de haber entrenado”, explica Castillo. “Esto no significa que más lactato sea un fin en sí mismo beneficioso; lo relevante es que el organismo pueda generar energía por esa vía metabólica que es mucho más rápida y, crucialmente, aprender a consumir ese lactato para seguir produciendo energía”.Los ciclistas que ascienden puertos a más de 25 por hora y portan en el brazo parches que les miden instantáneamente el lactato sufren en las primeras sesiones observando cómo se les disparan el dolor muscular y el lactato. Pero poco a poco, según se entrenan, el cuerpo se va adaptando y tolerándolo cada vez más. El entrenamiento en apnea, que algunos años practicó el UAE de Tadej Pogacar, acelera el proceso. “Que hayamos visto que estos deportistas tienen mayores concentraciones de lactato a intensidad máxima significa que esa vía la han mejorado. Sería algo así como que un deportista pueda alcanzar una frecuencia cardiaca máxima más elevada”, explica Castillo. “Eso nos demuestra que el cuerpo es capaz de estresarse más y de gestionar mejor la producción de energía en esas zonas, y es lo que está marcando la diferencia en el deporte actual”. Es el lactato. Todo eso, y más, pues su parábola cobra altura bíblica casi, la metáfora perfecta del ser humano condenado a ganarse el pan con el sudor de su frente, una máquina perpetuamente alimentada por lo que su sudor fabrica.

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