
Este artículo es parte de la newsletter semanal de Tecnología, que se manda cada viernes. Si quiere apuntarse para recibirla, puede hacerlo en este enlace.Olivia Tai es licenciada en Psicología por la Universidad de Harvard y monta sesiones en Nueva York y San Francisco para entender mejor cómo cada cual se relaciona con la inteligencia artificial (IA). Hace unos días trajo una al Festival Mozilla celebrado en Barcelona titulada “Tu cuñado ChatGPT: amor en tiempos de la IA”. El objetivo de Tai es compartir algo que no se ve: el uso personal y secreto de cada individuo con su chatbot preferido. Olivia Tai dirige una de sus sesiones para “mapear” la relación de los usuarios con ChatGPT en EE UU.La mayor parte de ese uso es anodino o útil, pero la variedad es enorme. Tai comparte en sus sesiones unas hojas con 14 categorías distintas: desde “conversaciones casuales” a “explorar tabús” o “preguntas existenciales”. Plantilla de Olivia Tai para definir qué relación tiene cada cual con los chatbots de IA.En la base del profundo trabajo de Tai hay dos reflexiones que afectan nuestra relación con la tecnología: la privacidad de nuestra relación personal con ChatGPT y la importancia de la intimidad hoy. 1. Es más difícil saber qué pasa en ChatGPT que en Instagram“Hace 10 años, si estuviéramos reunidos aquí para hablar de una nueva función de Instagram, todos sabríamos cuál es. Hoy cada cual usa ChatGPT de una manera distinta”, dijo Tai. Por eso hace estas sesiones. Es importante compartir detalles personales porque no sabemos qué ocurre en otros ChatGPT.2. Entramos en la economía de la intimidadLa IA nos llevará a otra economía y la intimidad es el nombre más adecuado, dice Tai: “Cuando empezó a verse la atención como un recurso que podíamos capturar, se construyó la economía de la atención. Ahora, al quitarle tiempo a la gente con sus amigos, se sienten solos. El tejido social se desmorona. Todos sienten que están conectados socialmente en Instagram, pero no se sienten socialmente satisfechos”.Llega la economía de la intimidad: “Si viviéramos en una sociedad sana, no podríamos crear la economía de la intimidad. Nadie compraría esos servicios”, dice Tai. Si no tuviéramos Instagram, los amigos de IA no funcionarían. Si no tuviéramos los chats como parte de nuestro hábito, los chatbots de IA no funcionarían. Construyen un hábito de cómo interactuamos con la tecnología para que pueda venir lo siguiente.Pero la sesión con Tai servía para saber otros secretos.3. Cuál es tu uso inconfesable Para saber los límites del uso individual, Tai pregunta en sus sesiones el uso más inconfesable de manera anónima: hay quien sube a su IA todos los correos de su jefe para saber cómo tratarle mejor. También hay quien sube sus fotos o todos sus análisis de sangre.Tai no ha visto cosas rarísimas sobre el amor, lo que no significa que no las haya: “Debe haber muchos más casos en EE UU porque vivimos más esta epidemia de soledad. Con la IA, hay dos tipos de fenómenos intensos y dañinos para una población pequeña: la psicosis inducida por IA o el amor con una IA. Son cosas fuertes que hacen que la gente se pregunte qué está pasando”.4. “Creo que realmente no debería estar haciendo esto”Más allá de los casos extremos, hay otros aparentemente más normales. Pero que siguen siendo dudosos, dejan mal cuerpo, llevan a sus usuarios a preguntarse si deberían estar haciendo eso con una IA. Tai los vincula en parte a los que hacemos en la soledad de la noche. “Sentimos un impulso, curiosidad, queremos saber qué dirá”, dice Tai. ¿Qué hay de nuevo ahí? Hay cosas que hacemos con la IA que nunca antes habían sido posibles. Una cosa es querer la validación social de un amigo o de ChatGPT si compras unos zapatos. Pero luego está la opción de validar a alguien enteramente como persona: “Si subo todo mi diario a una IA, es algo que un amigo no puede hacer”, dice Tai.5. “Dime quién soy en el fondo de mi ser”Ahí entramos en terrenos sin definir: ¿es una segunda mente? ¿Es una especie de nuevo banco de memoria con todas mis fotos y recuerdos? Pero a la vez no es lo mismo que abrir un álbum de fotos ni releer tu diario. Es otra cosa: “Es como si estuviera ordenando mis pensamientos y experiencias, dándoles sentido, preguntándome quién soy. Y mucha gente usa la IA justamente para eso, para preguntarle quién soy: ¿qué me falta por entender de mí mismo?, ¿quién soy profesionalmente?, ¿hacia dónde debería ir?”, dice Tai.Quizá es solo un monólogo interior digital, sin más. O quizá no: “Yo lo uso a veces para esto”, dice Tai. “Es difícil hablar de la experiencia de otras personas. Si eres una persona muy mental, que piensa demasiado, puedes hacerle una pregunta a la IA y ella te responde, pero solo te hace dar vueltas. No llegas realmente a una resolución, ni a obtener claridad o simplicidad sobre tu pregunta”.En esa exploración personal se puede preguntar por cosas muy oscuras, “sobre algo muy tabú que te pasa por la cabeza o sobre una opinión política radical que no sacarías en voz alta”, dice Tai.6. De ahí a crear una relación hay un paso pequeño Hay relaciones de muchos tipos. En los titulares suelen salir las más extremas: “Usuarios que se autoengañan con chatbots acaban viviendo en una ‘secta para dos” es uno de esta semana. Pero no hace falta ir tan allá. Hay gente que ya siente celos: “Hay gente que me ha dicho: ‘Sí, tengo pareja, pero mi compañera se pasa el día hablando con una IA y me da un poco de celos”, dice Tai. O directamente consideran que su relación con su pareja y su chatbot es poliamorosa. Son solo pasos en una dirección obvia: “Creo que habrá presencia de IA en las mesas de celebraciones como Acción de Gracias o Navidad”, dice Tai. Ahora la IA no tiene contexto social: “No son muy buenos porque, por ejemplo, Replika [un chatbot centrado en conversaciones personales] tontea con cualquiera” en una situación social, dice Tai.Pero pronto la IA sabrá en un contexto social quién es quién y con quién ha ido a una cena o fiesta. Ahora es posible poner un teléfono como un miembro más en la mesa de Navidad, pero no entiende el contexto ni con quién habla. Pero pronto podrá hacerse. Luego, en casa, no comentarás la jugada con tu pareja, sino con tu IA. O con los dos.7. Los adolescentes son la rana de ChatGPT Tai cree que los mayores no tienen tanto que temer. Habrá casos extremos, pero serán pocos. Llevan años de relaciones y decepciones y es más clara la distancia con un chatbot. La gran pregunta para ella es qué pasará a medio plazo. Solo dos personas pueden tener respuestas, dice Tai: terapeutas y profesores. Los terapeutas pueden revelar casos peculiares, pero los profesores son los primeros en ver posibles casos masivos: “En encuestas a estudiantes, los de 18 dicen que no se ven en una relación con una IA. Pero los más jóvenes, los que nunca han besado y tienen solo preguntas y miedo, pueden afrontar una relación diferente con sus IA”.Es un concepto que viene de la ecología, explica Tai: “Cuando hay una sustancia química que crea una toxina en un ecosistema, siempre hay una especie muy sensible, como una rana. Esa rana va a notar todos los cambios primero, así que estudiamos a la rana”, dice. Esas ranas son, cree, los adolescentes. Hay un sector en esta sociedad que no les dejará tranquilos: las empresas. Ya hay chatbots para adolescentes que se centran en los chismes de instituto, como Tolan. Hablas con tu chatbot de lo que ha ocurrido en clase. Luego ese chatbot puede ir a comentarlo con tu amiga, o mejor aún, con el chatbot de tu amiga. Y luego sois cuatro en lugar de dos hablando.
“Habrá cenas de Navidad con una IA presente en la mesa”. Dentro de una sesión para entender nuestras relaciones ocultas con ChatGPT | Tecnología
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