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La llegada de las primeras lluvias invernales a la franja de Gaza se ha convertido en un nuevo elemento de angustia para la población gazatí. Tras dos años de ofensiva israelí, la mayoría de los dos millones de residentes se encuentran desplazados en precarias tiendas de campaña vulnerables ante las inclemencias del tiempo. Ahora, la Oficina de las Naciones Unidas para los Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) cifra en 13.000 las familias “afectadas” por las precipitaciones que cayeron con fuerza la madrugada del viernes y que han reaparecido intermitentemente desde entonces. La ONU ha descrito esa situación como “una miseria sobre otra” en un territorio golpeado por la guerra, la hambruna, la destrucción y la contaminación. El temporal ha convertido en una extensión de barro y charcos los campamentos de tiendas de campaña para la población desplazada que se levantan entre escombros en Jan Yunis (sur del enclave) o Ciudad de Gaza (norte). Las primeras inundaciones han disparado el temor a la propagación de las aguas grises y de las enfermedades —como el potencialmente mortal síndrome de Guillain-Barré, presente en Gaza— en un territorio donde los misiles israelíes han destruido las redes de agua y saneamiento. También han exacerbado el destrozo de los recursos existentes. La oficina de prensa del Gobierno de Gaza afirmó el viernes que el 93% de las 135.000 tiendas de campaña en el enclave son inhabitables, dejando sin alternativas a los residentes de un territorio con 320.000 viviendas destruidas, según la OCHA. Un representante humanitario de esa agencia indicó a EL PAÍS este lunes que miles de familias han visto el agua inundar o romper sus tiendas, o provocar la pérdida de las pertenencias que mantenían consigo tras dos años de conflicto. Se trata de una tragedia humanitaria previsible. Gaza registra lluvias cada año cuando llega el otoño. Las organizaciones humanitarias presentes en la Franja denuncian desde hace meses que los materiales vinculados al refugio que entraron al enclave durante la tregua anterior —entre enero y marzo de 2025— se deterioraban a gran velocidad en un contexto de hostilidades permanentes y de sucesivos desplazamientos forzosos ordenados por Israel. A pesar de eso, entre el inicio de la tregua —el 10 de octubre— y primeros de noviembre, las autoridades israelíes solo permitieron la entrada de 7.000 tiendas de campaña a través del sistema humanitario liderado por la ONU, según afirma a este diario Shania Low, asesora de comunicación para la misión palestina del Consejo Noruego de los Refugiados, el grupo que lidera el clúster del refugio en Gaza. La segunda fase del plan de pazEl Consejo de Seguridad de la ONU votará este lunes a las 23.00 (hora peninsular española) una propuesta de resolución impulsada por EE UU que busca un mandato de Naciones Unidas para ejecutar los elementos clave de la segunda fase prevista en el plan de paz para Gaza auspiciado por Donald Trump. Pero Hamás y otras facciones palestinas han emitido la mañana de este lunes un comunicado, negándose a cumplir con sus principales exigencias.El texto de la Casa Blanca llama a legitimar durante dos años prorrogables un modelo de gobernanza supervisado por la “Junta de la Paz” que Trump presidiría. Esa junta, cuyos integrantes se desconocen, mantendría el poder sobre Gaza hasta que la Autoridad Palestina —que en la actualidad gobierna partes de Cisjordania— complete unas reformas no detalladas. Esa falta de concreción se expande a buena parte de la propuesta, que carece de parámetros que midan el éxito o que ordenen en una secuencia temporal las distintas metas que se plantea, como la retirada del ejército israelí, el desarme de Hamás o el despliegue de una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF, por sus siglas en inglés). La propuesta de EE UU prevé para la ISF la tarea de desmilitarizar Gaza, y le exige hacerlo bajo coordinación con Israel y con Egipto —algo que choca con la negativa de varios países árabes, que se niegan a participar en una misión que pueda ser vista como un refuerzo de la ocupación israelí—. “Las facciones palestinas (así se los llama en el comunicado liderado por Hamás) alertaron sobre los riesgos” de esa propuesta, al establecer lo que consideran como “una tutela internacional sobre Gaza y la promoción de una visión sesgada a favor de la ocupación”. Indican que el texto “allana el camino para la dominación externa sobre la toma de decisiones nacionales palestinas”, y “priva” a los palestinos de la gestión de “sus propios asuntos”, como la reconstrucción de la Franja. Hamás y el resto de grupos dejan claro su “rechazo” al desarme exigido por la propuesta de resolución, mientras no exista un proceso que asegure “el fin de la ocupación y el establecimiento de un Estado palestino”. El domingo, durante una reunión con el gabinete de seguridad, Benjamín Netanyahu también impugnó una de las ambigüedades de la propuesta —que llama a un futuro “camino creíble” hacia el Estado palestino en medio de condicionantes de difícil cumplimiento— y enfatizó: “Nuestro rechazo a un Estado palestino se mantiene vigente”. Indefensos ante el inviernoLa aparición de los primeros chubascos mientras las autoridades israelíes mantienen las restricciones humanitarias —algo que contraviene el acuerdo de tregua— deja a los gazatíes indefensos. Stéphane Dujarric, portavoz de la ONU, lamentó el viernes desde Nueva York que miles de familias estén “totalmente expuestas a las duras condiciones del invierno” mientras “millones de productos vinculados al refugio y urgentemente necesitados siguen encallados en Jordania, Egipto o Israel, esperando aprobación para entrar en Gaza”. Entre los suministros mencionados por Dujarric se encuentran los equipos para drenar el agua de las tiendas de campaña o de las acumulaciones de agua contaminada que aparecen en medio de los campos de desplazados. En el barrio de Sheikh Radwan, en Ciudad de Gaza, un estanque que antes de la guerra se utilizaba para recoger el agua de la lluvia y desplazarla hasta el mar se ha convertido en el punto de encuentro entre las precipitaciones, las aguas grises y la basura. “Este estanque es hoy una bomba de relojería para los residentes”, decía Hosni Muhanna, portavoz del Ayuntamiento de Ciudad de Gaza, en un vídeo difundido el domingo por Francia 24. “Si el estanque se desborda, las áreas colindantes podrían enfrentarse al desbordamiento de aguas residuales”. “La mayoría de tiendas se han quedado sumergidas bajo el agua o inundadas”, dice en declaraciones a la cadena catarí Al Jazeera Suleiman al Sirswai, un residente mayor de Ciudad de Gaza desplazado en un campamento en esa ciudad. “Uno no sabe qué hacer para ayudarse a sí mismo o para ayudar a los que le rodean”. Todo parece indicar que Gaza se adentra en un invierno que amenaza con asemejarse al anterior. En 2024, la ONU registró la muerte de frío de ocho recién nacidos durante el mes de diciembre. En febrero, distintas fuentes —entre ellas el Hospital Benéfico Amigos del Paciente, en Ciudad de Gaza— mencionaban la muerte de otros seis en el plazo de pocos días. Los equipos médicos advertían de que los que morían no lo hacían por padecer enfermedades previas, y que sus muertes se relacionaban con la incapacidad de sus familias de darles calor. Trabajadores humanitarios mencionan con la condición del anonimato que alrededor de 20 bebés o niños pequeños murieron de frío durante el último invierno. Algunos de ellos tenían uno o dos días de vida.

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