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Sí, Vanesa Romero es tan guapa como en las fotos. Diría que más, porque, a diferencia de otras bellezas, la suya parece natural, pese a que, ciertamente, pueda haber en ella ciertos refuerzos por parte de un buen gabinete de medicina estética, y se acompaña del dominio del gesto y del cuerpo de su pasado como modelo y atleta. Cita en su casa, un chalé de diseño en un acomodado municipio de Madrid, por cuyo salón triscan tres perrillos, hermanos de camada, cuyo anciano padre canino lleva acompañando a su dueña toda la vida. Sobre la mesa, libros firmados por la anfitriona, con títulos como Reflexiones de una rubia y A solas conmigo, y revistas de moda con su rutilante rostro en portada. Más informaciónMientras charlamos, llega un mensajero con un vestido prestado por una firma para una alfombra roja. Romero vuela esta noche a Argentina, cuyo festival de cine de Mar del Plata ha escogido su corto, Sexo a los 70, como único de ficción [el corto ganó anoche el premio]. Una “gran forma” de celebrar, a sus 47 años, los 30 de una carrera que empezó a los 17, en el salón de casa de sus padres en su localidad natal, Alicante. ¿Cómo fue aquello? Recuerdo perfectamente el día. Volvía una tarde de clase de deporte y me encontré en casa a unos señores de la comisión de fiestas que querían que mi hermana, cuatro años mayor que yo, fuera la bellea de la hoguera del barrio. Yo venía reventada de entrenar, sudada, con la trenza medio deshecha, me vieron y, como mi hermana no quería y yo iba a cumplir los 18 justo antes de las fiestas, les dijeron a mis padres: pues tiene que ser ella. ¿Y usted sí quería? Dije que sí de manera inconsciente. Por disfrutar de la fiesta de mi ciudad de otra manera. Y por explorar otros caminos. Justo en esa época yo estaba en un momento de cambio. Mi vida era el deporte, era atleta y me especialicé en velocidad: corría los 100, los 80, los 200 metros, y era buena: llegué a ser mejor atleta de la Comunidad Valenciana. Correr era mi pasión, sentía que volaba, y me abstraía de todo, pero empezaban a pesarme las lesiones. Cuando me propusieron aquello, me pareció una forma de probar otras cosas: me apunté a una escuela para aprender a caminar, a posar para las fotos, empecé a trabajar de modelo, luego vino la tele, y después la actuación. Fue todo de manera natural. ¿De qué se abstraía corriendo? ¿Del acoso escolar que usted ha confesado que sufrió? Totalmente. El deporte me ha forjado. Me ha enseñado a motivarme, a gestionar la frustración, a tener disciplina. Es hoy y aún se me ponen los pelos de punta. En el cole, yo era muy estudiosa, una de las primeras de la clase, y empecé a sentir rechazo y aislamiento. Me cambiaron de cole, y en el nuevo me volvió a pasar. Me preguntaba qué tenía yo para que me pasara eso, no lo entendía. Haciendo deporte me evadía y me sentía libre. ¿Notaba que la miraban desde pequeña? Yo lo que notaba, desde bien pequeñita, era que mis ojos llamaban la atención. Todo el mundo me lo decía. Era la chica de los ojos bonitos, pero todo eso no me protegía de lo otro. Yo llevaba siempre una trenza y recuerdo un día, en el patio, que todo el colegio se puso a tirarme globos de agua para mojarme el pelo y ver si lo tenía rizado. Pasó un profesor y dijo que eso eran cosas de niños. Me sentí muy sola. Eso, en un momento de tu vida en que te estás desarrollando, es algo que se te queda muy dentro y va contigo mucho, mucho tiempo. Y, de repente, esa niña se convierte en modelo, es portada de revistas y la actriz de Aquí no hay quien viva y La que se avecina. ¿Fue su revancha? Qué va. Tú por dentro no te sientes así. La belleza no es nada sin autoestima, y me ha costado muchos años y mucho trabajo conseguirla. Ha sido un proceso muy largo de autodescubrimiento. Si tú no te sientes bien contigo misma, da igual las veces que te digan lo guapa que eres. Para mí, la moda y la tele era trabajo, curraba muchísimo y, como en el deporte, lo hacía a base de disciplina. Ahora, sé quién soy y lo que soy, pero eso no sucedió hasta bien pasados los 30. ¿Hubo un clic? Hubo muchos pequeños clics. Sobre todo, hubo en mí la humildad de querer aprender, la curiosidad por hacer otras cosas, por descubrirme en otras facetas. Probé a escribir, he escrito desde niña, desde aquellos días del colegio llevaba mi diario, y lo sigo haciendo: me ayuda a colocarme, a descubrirme. En las pausas de La que se avecina, yo, en vez de irme al camerino a estudiar el guion, o a descansar, me quedaba en el set y miraba al equipo técnico, las cámaras, todo. Me sentaba con Alberto [Caballero, director de la serie, que fue su marido durante un año] o a Laura [Caballero, también directora] y me quedaba embobada. Creo que, sin saberlo, aprendí muchísimo, y, con todo eso, me atreví a dirigir. Lleva 30 años viviendo de esto. Algo habrá hecho.Y no ha sido fácil. Le doy gracias a la vida porque he tenido la suerte de poder vivir de esto. Pero también es cierto que no he parado. Ahí vuelve a salir el pundonor del deporte. Si pierdes, te levantas, trabajas más duro y sigues. Me he ido reinventando a mí misma. He sido presentadora, modelo, intérprete, y ahora también directora. Fue un gran paso descubrir que lo que me motivaba era crear. Romero, en el jardín de su casa de Madrid, donde reina un ambiente tan equilibrado y zen como aparenta ser su dueña. Su trabajo le cuesta, dice.Bernardo Pérez¿Cómo eligió el tema de su corto, Sexo a los 70? Porque no me quiero quedar sin intentar las cosas. Y, un día, dándole vueltas a posibles temas que abordar, hablando con mi madre, como todos los días, me dio por pensar en cómo serían las relaciones íntimas entre los padres y le pregunté, directamente. ¿Qué me dice? Pero si ese es el gran tabú de los hijos. Pues por eso, para mí la primera. Pero en ese momento tuve la valentía de preguntar, y empecé a tirar del hilo. Me di cuenta de que ahí había un tema, hablé con mucha más gente y me encontré de todo: desde mujeres que no habían gozado de la sexualidad jamás, a otras que, de mayores, habían encontrado a una nueva pareja y estaban descubriéndola. Decidí abordar el tema a través de la comedia, porque llevo tantos años haciéndola, que me manejo muy bien en ella y la aplico en todo en mi vida. El tiempo pasa para todos. ¿Cómo se lleva con el espejo, son amigos? A veces, no. Y no siempre tiene que serlo. Me miro y claro que hay cambios. Me he cuidado toda la vida. Es como lo que decíamos de la sexualidad, va a cambiar y no puedes luchar contra eso. Va a llegar y tengo que aceptar que, con el paso del tiempo, ganas unas cosas y pierdes otras. Pero todo cuerpo puede ser deseable a todas las edades. ¿Cuántas veces se ha sentido prejuzgada como profesional y como persona por su aspecto? Ese es el tópico. La gente es libre de opinar lo que quiera. Llega un punto que la única opinión que me importa es la que tengo yo de mí misma, la de mi entrono y la de mi familia. Pero también te digo: ahí está mi trabajo. Ya no estoy en esas. Las críticas que he podido tener me han servido para analizarme y aprender a conocerme. Para mí, la base del éxito es la autoestima. Lo importante es cómo te has sentido tú haciendo ese trabajo. Y de lo que estoy segura es de que yo lo he dado todo. Todo lo demás, es lo que tiene estar expuesto. ¿Puede entrar en un sitio y pasar desapercibida? Sinceramente, no. Y eso también cuesta gestionarlo. No es fácil. Hay días que necesitas tu espacio, tu tiempo, tu historia, pero aprendes a convivir con ello. Quizá yo lo tengo muy normalizado, pero cuando tengo gente a mi alrededor te das cuenta de que los pones a ellos también en el foco, y no es fácil, pero lo he aprendido a aceptar. Dicho esto, todo tiene su cara A y su cara B. Estoy muy agradecida con lo que me ha dado la vida y he aprendido a vivir con lo que tengo. LA CHICA DE LOS OJOS BONITOSAsí dice que la llamaba todo el mundo a su alrededor en su niñez y adolescencia a Vanesa Romero (Alicante, 47 años). Todo el mundo de los adultos, no los compañeros de clase que, según todavía recuerda con escalofrío, la excluían y la marginaban en la escuela. Buena estudiante y buena deportista, velocista en pista, Romero se debatía entre dedicarse profesionalmente al atletismo o a una carrera universitaria cuando, otra vez, su belleza decidió por ella. Se preparó tanto su cometido como bellea de la hoguera de su barrio alicantino que, con ese bagaje, se inició como modelo, después actriz, y, desde entonces, no ha parado. Estos días aspira a que su segundo corto como directora, Sexo a los 70, sea nominado a los Goya.

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